No es difícil concluir entonces que las bombillas incandescentes deben ser sustituidas por las eficientes, que proporcionan la misma luz, duran ocho veces más que las convencionales y ahorran hasta un 80% de energía.
Ahora, usted dirá: las bombillas eficientes son mucho más caras que las incandescentes. Según estudios, este sobrecoste se amortiza en ocho meses. Una eficiente de 15 W puede ahorrar a lo largo de su vida 68 euros de gasto en electricidad y evitar la emisión de casi media tonelada de CO2.
Pero hay más datos sorprendentes: bastará con cambiar las tres bombillas de mayor consumo de toda la casa para que se reduzca a la mitad el gasto en iluminación. Sí, así de sencillo.
Otra opción son los tubos fluorescentes: su duración es diez veces mayor respecto a las lámparas incandescentes y consumen cuatro veces menos energía. Sin embargo, tienen un problema y es que hay que evitar encenderlas y apagarlas continuamente: si se van a mantener apagadas un tiempo inferior a 20 minutos conviene dejarlas encendidas.
De todos modos, lo más importante de una bombilla, sea cual sea, es su limpieza: se debe quitar el polvo de ellas (y de las tulipas y plafones) para evitar que la suciedad bloquee la luz que emiten.
Se sorprenderá ver cuanto puede ahorrar en su factura de electricidad haciendo caso a estos consejos tan simples.